Para entender hacia dónde va el mercado, primero tenemos que entender dónde ha estado. Durante años, el acabado brillante, como el de un espejo, conseguido con un proceso de estampación en caliente era el símbolo del lujo, adoptado por las marcas de gama alta.
Sin embargo, a medida que los fabricantes y los clientes exigentes perseguían la verdadera perfección, descubrieron dos defectos sutiles pero fatales arraigados en la naturaleza del propio proceso:
- La costura inevitable: Se trata de una cuestión fundamental de geometría. El proceso no utiliza una única envoltura continua. En su lugar, se presionan varias láminas planas sobre el tubo redondo desde distintas direcciones (por ejemplo, arriba, abajo, izquierda y derecha) simultáneamente.
El problema surge en los puntos exactos en los que estas láminas planas se unen en la superficie curva de la manguera. Es técnicamente imposible fusionar estos planos de bordes rectos en un perfil perfectamente redondo sin crear una línea de unión o costura visible. Para un producto de primera calidad, esta costura es un recordatorio constante de que el acabado es sólo una capa aplicada, no una parte integral de la manguera.
- La ilusión de las arrugas: Se trata de un efecto óptico complicado. Aunque la manguera en sí puede ser perfectamente lisa, la superficie de la lámina, brillante como un espejo, crea reflejos distorsionados cuando la manguera se enrolla para su embalaje.
A los ojos del cliente, estos patrones de luz distorsionados pueden crear la ilusión de pliegues o arrugas en el material. La superficie brillante, en lugar de parecer impecable, puede llamar inadvertidamente la atención sobre estas imperfecciones visuales.
Como resultado de estos defectos sutiles pero significativos, el mercado ha cambiado. La búsqueda de la verdadera calidad ha llevado a fabricantes y consumidores, especialmente en mercados como Oriente Medio, que prefieren los elegantes acabados en oro, plata y oro rosa, a adoptar la estética superior de un flexo de ducha sin juntas con aspecto mate.